lunes, 28 de septiembre de 2009


Demasiadas cosas me intentan mantener los pies en el suelo. Pero es algo inevitable que a la mínima actividad neuronal, salga volando hacia ni yo mismo sé, mi cabeza se pierda entre sueños de quimera y lo onírico me escupa en la frente.
Es algo inevitable y que al fin y al cabo, me gusta.

Throw away your television


“La televisión, amigo Daniel, es el Anticristo y le digo yo que bastarán tres o cuatro generaciones para que la gente ya no sepa ni tirarse pedos por su cuenta y el ser humano vuelva a la caverna, a la barbarie medieval, y a estados de imbecilidad que ya superó la babosa allá por el pleistoceno. Este mundo no se morirá de una bomba atómica como dicen los diarios, se morirá de risa, de banalidad, haciendo un chiste de todo, y además un chiste malo.”

martes, 22 de septiembre de 2009


Si por sentir demasiado perdieramos una oreja, preferiria ser como Van Gogh a un completo ignorante.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Beggars

If there's one thing I know in this life: we are beggars all.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Un sueño o una pesadilla inquieta se desvaneció por alguna razón desconocida. Salí de ese oscuro mundo que es esconde entre el subsconciente y lo metafísico.

Abrí los ojos. Alcé la cabeza como pude, me retorcí y miré el despertador. Eran las 14:35.

Fuí al lavabo intentando recordar que soñaba. Nada, ya se habia perdido entre archivos viejos, sucios y olvidados. Me preparé un colacao, con sobredosis de colacao, hasta que la leche esté saturada de ese adictivo polvo marrón. Me lo bebí mirando como la luz del sol se colaba entre los ventanales de la cocina. Una extraña sensación recorrió mi cuerpo. Una sensación de abandono y soledad. Me acabé el vaso y fuí a ver si había alguien más en casa. Nadie. Las sabanas de las camas estaban revueltas pero no habia nadie.

Me puse música, tan fuerte como mis tímpanos y las paredes de papel soportasen. Me vestí entre bailoteos absurdos, dignos de un adolescente en estado etílico. Me lavé los dientes y disimulé el olor a tabaco con litros de colonia. La noche es mala, y más malos los Pall Mall.

Esperé a que acabase la canción para salir de casa. Salí y cerré la puerta con llave.
Bajé a la calle. El cielo estaba teñido de un azul intenso. Apenas se divisaban más que un par de pequeñas motas de nubes, blancas como la nieve. El viento era fresco, y el sol parecía estar más radiante que nunca. Me dirigí a la plaza del barrio, donde había un bar-restaurante donde preparaban comida para llevar. El comercio tubo mucho éxito nada más abrir, la calidad era muy buena a unos precios de teletienda. Pero poco a poco y a causa de dicho éxito, los precios fueron ascendiendo, y poco a poco y a causa de dicho incremento en los precios, fué perdiendo clientela. Aún así, yo seguí yendo algún que otro mediodia, me encantaba la fideua que preparaban los sábados.
Llegué a la plaza y estaba desierta. Era algo insólito. Jamás había visto la plaza desierta. Siempre había algún niño correteando por allí. Gente tomando algo en las terrazas de los bares.
Sin embargo no había nadie, las terrazas estaban vacias. Se me hizo extraño, y más en un día tan espléndido como lo era aquel. Todavía habían tazas de café y latas de refrescos sobre las mesas de las terrazas. Era la hora de comer, así que pensé que todo el mundo estaría en sus casas.
Continué hacia el bar. Crucé la vacía plaza. Parecía muerta, acostumbrado a la vida que siempre mostraba.

Me detube en la puerta del bar, miré hacía atrás: ni un alma. Empujé la puerta y un cascavel sonó al abrirse la puerta y otra vez al cerrarse. No había nadie tras el mostrador. Me acerqué al escaparate y examiné la fideuá. Tenia una pinta exquisita. Ví que tenian un nuevo plato: "risotto al curry" ponía en una etiqueta. A decir verdad, vacilé por unos instantes. Pero desistí rápidamente al volver a mirar a la fideuá. Me habia sentido un traidor por unos instantes.
Volví a mirar tras el mostrador y nadie. Estiré la cabeza para ver si podia ver a alguien por la puerta que había tras el mostrador. Estaba bastante oscuro, apenas veia un par de reflejos de lo que supuse que eran utensilios de cocina. Saludé al vacío, esperando respuesta, pero no la hubo. Volví a saludar "Hola? Hay alguien por aquí?". Nada. Probé un tercer intento, en vano.
Miré a mi alrededor absurdamente, ya sabía que no había nadie allí, y me colé tras el mostrador. Miré dentro de la trastienda, encendí la luz. Allí no habia más que cuchillos, ollas, y comida.
Era todo muy extraño. ¿Donde estaba todo el mundo?

No había nadie.Salí fuera de la tienda. Corrí hacia otro bar, el que tenia la terraza vacía. Entré dentro. Muerto. Aquella soledad se estaba empezando a clavar en mi espalda, helando las gotas de sudor que la recubrian. En las mesas podia ver restos de bocadillos medio empezados, Períodicos del día en las mesas, vasos llenos de cola, cerveza... La tele estaba encendida, pero no se veía más que nieve. Me acerqué a ella y cambié de canal. Todas las cadenas tenian nieve.
Un hilo de humo se coló por mi nariz. Algo se estaba quemando. Miré a mi alrededor y ví como salia humo de la cocina del bar. Salté la barra y fuí a la cocina. Algo se estaba quemando en el horno. Fuí a abrirlo con la mano. Agarré el tirador y noté como el acero ardiente quemaba la palma de mi mano. Busqué algo con qué proteger mi mano. Justo encima del horno había un par de manoplas. Me las puse y abrí el horno. Me escupió una humarada ardiente en la cara. Caí de culo al suelo. Ví como empezaba a salir fuego del horno. Me apresuré en coger un cubo de fregar que tenia a mi lado y llenarlo con agua del fregadero. Cuando consideré que estaba lo suficientemente lleno (a los pocos segundos) lo arrojé sobre el fuego. Ví que había algo parecido a un pollo negro como el carbón dentro del horno.

Salí de la cocina, respirando aliviado. Tiré las manoplas sobre el mostrador y me senté en una de las sillas junto a una mesa con un bocadillo de fuet con apenas un par de mordiscos y una fanta de naranja por la mitad. Todo estaba muerto. Era como si de repente, todo el mundo hubiera dejado lo que estubiera haciendo y se hubieran ido corriendo. Como si hubieran sido avisados de una catástrofe al acecho y hubieran huido lo más lejos posible. O como si una combustión espontánea los hubiera consumido a todos. Empecé a desvariar con teorias a la cuál más absurda. Decidí llamar alguien y demostrarme de que estaba desvariando demasiado, que todo tendria una explicación bien lógica: "Que estan regalando dinero en Plaza Cataluña!" o algo por el estilo, pensé. Llamé a mi padre. No lo cogía. "Normal" pensé. Siempre tenia el móvil en silencio y nunca se enteraba. Llamé a Tomás, mi vecino y buen amigo. Tampoco me contestaba. De él me parecía más raro. Siempre llevaba el móvil con él, y apenas tardaba dos señales en responder la llamada.
Las gotas heladas volvian a recorrerme la espalda. No podía ser que estubiera solo en la ciudad.
Intenté tranquilizarme e ir a mi casa y comprobar que mis padres habían vuelto.

Volví a rehacer mis pasos, pero esta vez las calles tenian otro color, otra expresión. Expresaban abandono. Fuí caminando intentando ver a alguien a través de las ventanas de los pisos. No conseguia ver a nadie. Entonces fué cuando vi dos perlas verdes mirandome fijamente. Era un enorme gato negro parado en medio del callejón que daba a mi edificio. Me paré y me lo quedé mirando. Parecía poder leerme la mente, saber lo que estaba pensando. De alguna manera me sentí aliviado. Había otro ser vivo por allí. Me acerqué a él, pero salió corriendo rápidamente. Lo seguí corriendo también. Pasó mi edificio de largo, corriendo, de vez en cuando paraba, me miraba y seguia corriendo, como para comprobar que estaba allí siguiéndole, como si quisiera que lo siguiera para mostrarme algo. Yo seguía corriendo tras él. Pasamos varias manzanas, todas desiertas. Ni un ruido, solo mis pasos y mi respiración entre cortada. Aquel enorme gato negro de pelo reluciente queria mostrarme algo. No sabia si era mi imaginación, mi delirio, pero tube la certeza de que me habia transmitido ese pensamiento, que queria mostrarme algo. Seguímos corriendo por la ciudad muerta. Solos él y yo. De repente paró. Se dió la vuelta y me miró. Yo también me detube a varios metros tras él. Descansé apoyándomse sobre mis rodillas. Le miré. No dejaba de mirarme fijamente, con sus ojos verdes, penetrantes como una lanza afilada. De golpe salió corriendo, y apresuró la marcha, mucho más rápido. Yo corrí más rápido, saltando bancos, arbustos. Llegamos a las afueras del barrio. El terreno ya no estaba asfaltado. Mi misterioso "guía" pareció aligerar la marcha. Yo mantenia los ojos sobre él, no miraba a ningún otro lado. Entonces paró. Se sentó y se quedó mirando al frente. Frente él había un puente. Caminé hacia él. Seguí caminando y le adelanté. Me situé en medio del puente. Era un puente sobre la autopista. No había ni un solo coche. La autopista llegaba hasta donde no me alcanzaba la vista, y no había ni un sólo vehículo. Miré a ambos lados, no había nada. La autopista se perdia en el horizonte, como un camino a ninguna parte. Sentí la brisa besar mi nuca, como apiadándose de mi soledad. El gato maulló. Le miré. Sus ojos me estaban comunicando algo. Volvió a maullar, mostrando todas su fauces. Lo comprendí. Su mensaje me había hipnotizado. No tenia lugar en este mundo. La faz de la tierra me habia abandonado de un posible futuro incierto. Estaba solo.
Cuando quise darme cuenta estaba subido en la barandilla del puente. Quise volver, era tarde, la mirada de aquel mensajero de la muerte me había lanzado al vacío.

Abrí los ojos de un vuelco de corazón. Respiré aliviado, sólo habia sido un sueño. Un mal sueño. Una pesadilla. Me limpié la frente empapada en sudor. Giré la cabeza, retorciendome y bostezando. Miré el reloj. Eran las 14:35.