Camino del trabajo. Llego tarde (para variar). Espero en el andén.
Llega el metro y monto en él. Encuentro un asiento libre y me siento.
De golpe y porrazo millones de recuerdos aporrean mi cabeza con la dureza de una maza de hierro mazizo.
Su mirada, dos perlas negras, redondas y brillantes, se me clavan en el corazón.
Intento arrancarlas. No puedo, se han soldado. Al parecer, para siempre.
Y este es solo el principio de un sinfin de divagaciones mentales. De inopias continuas.
Pensaba que ya habia conseguido superar aquella etapa. Aquella etapa en que soñaba despierto.
Era capaz de estar todo un dia explorando mundos insólitos e inventando historias aún más insólitas, pero no por esto menos apasionantes.
No necesitaba más. Solo tiempo. Aunque este fuera poco.
Un par de horas se consumian rápidamente frente a tanta inmensidad de fantasía.
Era una lucha continua. El tiempo, la realidad, lo vanal, lo aburrido, contra la imaginación, lo irreal, lo fantástico, lo apoteósico.
Y por lo que parece, una lucha interminable.
AUNQUE SEAMOS MENOS
Hace 11 años
1 comentario:
Qué profundo, tanto como el aburrimiento en el cuál nado sin poder sacar la cabeza para respirar... xD
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