miércoles, 8 de julio de 2009


Habia algo en sus ojos. Algo siniestro, trágico. Reflejaban algo muerto. Eran como un par de espejos reflejando una distorsionada realidad, opacos y oscuros por dentro. Cuando te miraba fijamente sentias como se consumia tu alma, como si absorviera tu inocéncia a través de su mirada.

Su historia era igual de oscura que su mirada. Nadie sabia de donde provenia, nadie la habia escuchado hablar. Solo la veian de noche, deambulando por las calles con un libro entre los brazos.
Las chismosas del pueblo decian que era una bruja, que sus padres la habian abandonado con apenas 4 años y que para vengarse le prendió fuego a la casa de sus padres, con ellos dentro.
Se decia que no tenia sangre, y que tenia que depender de sangre de animales para subsistir, y que el libro que sostenia entre los brazos contenia el más oscuro de los secretos del inframundo, escrito por demonios y con una encriptada tipografia escrita en sangre. Decian que sus ojos hechizaban a cualquiera que los mirase, que absorvia la vida de aquellos que se atrevian a mirarlos.


Yo no las creia, suponia que no eran más que cotilleos de cuatro viejas de pueblo amargadas, aburridas, y sin nada mejor que hacer que inventarse historias ajenas esperando a que sus maridos llegasen ebrios del bar del pueblo.

No, no las creia. Hasta que volviendo a casa de madrugada me la encontré.
Sus ojos me miraron entre un mar de sombras. Su púpila cristalina se clavó en la mia, desgarrandome el pecho. Si, lo reconozco, el alcóhol rondaba mis venas a esas horas, pero se diferenciar lo real de lo irreal, y sus ojos no eran reales. Eran látigos de quimera sobre mi espalda, ahora cubierta de un sudor frio.
Se acercó a mi. Divisé sus labios, rojos como la sangre. Asomaban con un rojo intenso entre hilos de seda negra. Abrió los labios y sonó su voz. "¿Tienes hora?". Nunca una frase tan vanal fué tan melódica. Siniestramente melódica. Tardé un par de segundos en volver en sí y responder.
Acto seguido se giró y se fué, perdiéndose entre la oscuridad de la noche. Ni gracias ni nada. Se marchó y nunca más la he vuelto a ver.
Y no he vuelto a ser el mismo desde esa noche.
Me noto más débil, más desgastado, más viejo.
Si, definitivamente, sus ojos absorvieron una parte de mi.

Desde esa noche que siento que necesito verla otra vez.
Siento sudores frios cada madrugada. Sus pupilas se me aparecen en sueños, devorándome el alma. Aún así, necesito ver sus ojos otra vez. Es como un oscuro deseo, más fuerte y adictivo que ninguna droga. Siento un terrible "mono" cada madrugada.
Por eso cada noche salgo a la calle, como un yonqui que busca su dosis de heroina, yo busco reencontrarme con ella y que me desgarre el alma otra vez, que me aborva la vida hasta que no quede nada ya de mi.



Si, tendria que haberlas creido.

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